Esta antioqueña de 64 años, con cuatro décadas en la capital, es una lideresa social y defensora de derechos humanos de la ciudad, que encontró en el proceso de reasentamiento de la Empresa Metro de Bogotá el impulso para seguir ayudando a quienes más lo necesitan.
Tiene ocho nombres, según su cédula de ciudadanía, pero prefiere simplificarlo a Lilamrta Arzuza Rodrigo, o, simplemente, Lilambrita, así como suena. Esta antioqueña de 64 años, con cuatro décadas en la capital, es una lideresa social y defensora de derechos humanos de la ciudad, que encontró en el proceso de reasentamiento de la Empresa Metro de Bogotá el impulso para seguir ayudando a quienes más lo necesitan.
Desde su nueva casa, en la carrera séptima con calle 46, Lilambrita sonríe mientras recorre cada uno de los espacios. Hace apenas un par de meses habita el lugar, y, aunque tiene la memoria viva de su vivienda anterior, también en la localidad de Chapinero –y que aceptó dejar para que avance la construcción del viaducto de la Primera Línea del Metro-- la ilusionan los proyectos y expectativas que traen consigo el cambio.
La historia de Lilambrita es uno de los casos de éxito del proceso de reasentamiento y gestión socio predial adelantado por la Empresa Metro de Bogotá para la construcción de la Primera Línea del Metro. Al 30 de junio de 2022, 1.297 predios recibieron oferta de compra, se suscribieron 1.081 promesas de compraventa y se recibieron 1.129, de los cuales 836 fueron demolidos. Al finalizar el primer semestre del año, han sido entregados al concesionario 697 predios.
“Esta transición del cambio de vivienda fue un poco dura, pero hay que mirarlo con positivismo. La ciudad va a mejorar, y si la ciudad mejora, yo también lo hago”, acota y destaca el acompañamiento que tuvo de los profesionales de la Empresa Metro, para encontrar una nueva casa. Aún con algunos enseres y objetos por organizar, y junto a la perra pastor alemán, que no se desprende de su lado, Lilambrita camina hacia el patio de la casa. Lo recorre con su mirada y habla de algunas decisiones que tomó en él, como cubrirlo con una teja transparente.
“Trasladarme a otra zona, al principio fue muy duro, me resistí un poco. Pero empecé a mirar la parte buena. La Empresa Metro me nombró un personal excelente, fuimos a buscar sitios que se adaptaran al presupuesto. Miramos este apartamento, que también es una parte central de Chapinero, de universidades, hospitales, supermercados”, expresa Lilambrita, ahora sentada en el sofá verde de la sala de su nueva casa.
El positivismo y espiritualidad de esta mujer la hacen, no solo augurar un mejor futuro para los y las habitantes de la capital, sino recordar sus orígenes, esos que le afinaron una vocación de servicio. “Cuando era niña viajaba con mi padre,
que era piloto, y me llevaba a muchos lugares de Colombia en los que veía el drama de la pobreza y el abandono”, señala.
Convencida de conceptos como el respeto a los animales y la no violencia, la mujer, que pertenece al movimiento religioso Hare Krishna, comenzó a ayudar a las personas más inermes, madres migrantes, por ejemplo, y a los hijos de ellas. Incluso, cuenta que llegó a criar 15 niños y niñas.
Y continúa en esa labor social, incluso, con más entusiasmo, desde su nueva casa, ayudando a sus “chinos”, como les dice a los pequeños que ha entregado el cariño y apoyo del que, quizá, carecieron en sus primeros años de vida.
“Cuando, por primera vez, hace como cuatro años, me hablaron del proyecto fui un poco escéptica, pero luego pensé que el metro nos va a ayudar a que progresemos, a que se nos abran perspectivas económicas, y mejore la calidad de vida, a ir al trabajo más cómodos. Este será un metro que se unirá con otros medios de transporte, y nos vamos a conectar mucho más fácil y de una manera económica y rápida”, concluye.
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